miércoles, 22 de abril de 2009

Entrada al Campo (desde dos lugares...hacia uno solo)

A las 6. 00 de la mañana llego a Olavarría. Esta fresco pero no es trágico. Me dispongo en la terminal, tengo que esperar que se hagan las 7.00 (horario municipal), para llamar y que me den indicaciones para llegar a Santa Luisa. Decido ir personalmente, a las 7.00 en punto un remis me deposita en destino, no está Marito, la persona que está a cargo no sabe nada, salvo que un remis a Santa Luisa cuesta $ 40 según averiguaciones, ya me estoy desahuciando por el precio, pero decido salir a buscar otro. Efectivamente lo consigo en la remisería de enfrente, por $ 18, 50 me llevan....¡¡buenísimo!!.

Después de un aguacero de horas que hizo dudar mi partida, el sol salió y allá salí, al encuentro de la combi escolar. Eran cerca de las 17, y ahí salí. Claro, adelantada, como siempre, tuve una espera de una hora y cuarto. Mientras tanto la tarde se siguió despejando y eso mejoro mi humor.

Un Renault 12 medio roto me saca de la ciudad y me entra en las pampas, el Teniente del Ejercito Argentino que oficiaba de chofer me cuenta parte de su historia. (¿Esta cuestión de que todo el mundo nos habla será el karma de los antropólogos, o le sucede a todo el mundo?). Entre modelos y formas de manejar un tanque, guerras varias, entrenamientos locos y demás cuestiones militarísticas; vamos llegando a Santa Luisa, desde la ruta son 8 Km. de un bonito entoscado, se van viendo los silos del pueblo. Llegamos a un pueblo que cuenta de una única calle principal, serán unas 7 cuadras, y eso es todo, “lo único que tiene Santa Luisa son los bailes” me dice el chofer.

A eso de las 18,10 llegó la trafic blanca, fácil de identificar por unos ploters en el parabrisas que dicen “Santa Luisa” más una calcomanía de la fiesta “SANTA LUISA VIVE”. Se bajaron dos mujeres de unos 30 años, con guardapolvos cuadrillé azules. Me acerqué al chofer, al que reconozco vagamente como mano derecha de Villareal, para presentarme y decirle que voy con él. Me contestó simpático que sí, que me lleva, que salimos en cuanto termine de cargar gas. Soy la única pasajera hasta la escuela de Loma Negra, de donde salen los chicos que van a 8vo y 9no. A una cuadras de salir me pregunta si ya estuve en Santa Luisa y yo le recuerdo que sí, que era de la partida del ’99, a lo que contesta: “ah… de ahí te veía la cara conocida…”. En la escuela, paramos en la banquina a esperar que salgan los chicos. Una vez que suben todos, (no los conté, pero la trafic se llena, queda espacio para una o dos personas extra) seguimos viaje. Los chicos conversan entre sí, a los gritos, se pasan papeles, folletos, preparan el viaje de estudios. En algún momento Urrutia comenta que llovieron 30 mm en Santa Luisa, pero que en Olavarría fueron 70. Ahí noto algo. La gente que vive en el campo siempre que habla de la lluvia dice “llovieron tantos milímetros” mientras que los que vivimos en la ciudad en general decimos “llovió un montón…”.

Pasamos por la estación de tren, semi abandonada, enfrente la antigua cooperativa de cereales, también abandonada, estás dos son las edificaciones más antiguas del pueblo y corresponden con el modelo inglés, típico de las estaciones. Llegamos al Club, enorme y desproporcionado para el pueblo que lo cobija, tapera. En la casa de al lado están haciendo una mudanza evidentemente, porque cargan muebles, colchones y demás cosillas a un camión (esto nutre la idea de que el pueblo se está despoblando), le pregunto si mis compañeros están en el club y me responden “sí, estarán durmiendo”. No hay señales de vida por allí, pago y me despido del Teniente chofer y empiezo a golpear puertas hasta que descubro a la tropa durmiendo en una piecita. Lamentablemente los despierto y preparamos el desayuno. Me pasan el parte de lo realizado hasta aquí.

Llegamos al pueblo con la puesta de sol casi. Me bajé de la trafic en la esquina de la cooperativa. Caminamos a la par con una de las chicas que venía de la escuela, a la que descubro, crecida. Es una de las hijas de Nito, el cantinero del club. Andrea, que en el ’99 era una nena, ahora ya es toda una señorita. Ahí nos reconocimos las dos, y caminamos hacia el club. En eso nos cruzamos con un hombre rubio, de unos treintaipico, no lo conozco, pero algo en su aspecto foráneo me dice que es Juan, nuestro compañero titiritero. El me saluda al pasar, pero mirándome con la misma intencionalidad, esa de “ vos sos…”. Ya en la puerta del Club me encontré con Hugo, Magda y “last, but not least”, Laura, mi super doble de cuerpo. Bueno, besos y abrazos a troche y moche. Hugo, un tanto escueto, porque medio está entrevistando a un señor, ahí de parado, en la puerta.